viernes, 13 de septiembre de 2013
{Cómo acompañar a los hijos en los cambios}
Hay situaciones que pueden indicar un antes y un después en la vida de los pequeños. Mudanzas, colegios nuevos o la llegada de un bebé, entre otras cosas, pueden resultar un sacudón que hay que saber comunicar. Te contamos cómo hacerlo.
Comunicar las decisiones a los hijos es muy importante
Los caminos de la vida no son lo que yo esperaba", canta Vicentico. Y así es para todos. Grandes y chicos. El problema es que cuando los más pequeños se enfrentan a situaciones que no tenían en mente y que, además, son producto de decisiones de los adultos, el tema puede ser difícil de manejar.
Mudanzas, cambios de barrio, de colegio o la llegada de un nuevo integrante (bebé, novio de mamá, novia de papá o una familia entera) son algunos de los casos más habituales. Lo primero que hay que saber es que toda decisión siempre tiene una consecuencia. "Dentro del ámbito familiar acarrea consigo renuncias y cambios que afectan a todos los integrantes, porque todos deben prepararse, ya que también los padres tienen expectativas, ilusiones, temores y la forma en cómo les comunicarán a sus hijos tan importantes noticias es otra fuente de preocupación", dice la licenciada Cristina Alais, miembro del cuerpo docente del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral. Y agrega: "Las decisiones importantes deben estar bien pensadas, bien planificadas y bien ejecutadas para dar seguridad a los hijos, ya que éstos no saben ciertamente qué sucederá, qué pasará con su grupo de amigos, cómo serán los nuevos compañeros, colegio, barrio, etc. Por eso es importante no sólo que los padres informen de su decisión, sino que hagan partícipes a sus hijos de éstas, que los tengan en cuenta; aunque sean difíciles de enfrentar, ellos tienen derecho a conocer aquellas cuestiones que afectarán su vida de una u otra forma".
No importa cuál sea la edad de tu hijo, siempre hay que manejarse con la verdad. Eso sí, no es lo mismo hablar con un adolescente que con un infante, por lo tanto hay que graduar el lenguaje y el estilo comunicativo, así como el grado de anticipación con el que vas a manejar la noticia. "En general, este tipo de cambios implican un pequeño duelo y luego el procesamiento de la nueva información. Por ello, es aconsejable dar un tiempo prudencial para que el niño haga un cierre, se despida de sus amiguitos, del colegio, la casa, etc., y luego esté mejor predispuesto a recibir la novedad, ya sea un hermanito, una nueva casa o un nuevo cole", dice Mariana Altamirano, licenciada en Psicopedagogía, Neuropsicóloga de ADINEU y coordinadora del Programa de Inclusión Educativa de la UCA.
Comunicación sin ruido
Hablar, hablar y hablar. Ése es definitivamente el camino. Sin embargo, según la especialista de ADINEU, el pensamiento infantil es predominantemente concreto, por lo que es aconsejable acompañar estas situaciones con poco discurso, información breve y concisa, y acciones concretas. "Por ejemplo, ir a comprar cosas para el cole o la casa nueva, elegir los chiches con los que va a querer decorar su nueva habitación, comprar un regalo de bienvenida para el hermanito, etc.", dice Altamirano, para quien, en general, este tipo de noticias pueden despertar importantes montos de ansiedad, por lo que también es aconsejable realizar acercamientos progresivos y puntuales a la nueva realidad para reducir así fantasías y temores. Por lo tanto, conocer el nuevo cole o acompañar a mamá a alguna ecografía pueden ser buenas ideas.
"La edad de la razón comienza a partir de los 6 años, por lo que los nenes chiquitos pueden hacer preguntas y mostrarse ansiosos o tener cambios de conducta, pero no van a opinar al respecto, ya que en definitiva lo único que necesitan y les importa es estar cerca de sus padres", añade Alais.
En cambio, con los hijos más grandes las cosas son diferentes. Aquí sí hay que dar razones y contestar inquietudes. "Los más audaces están en mejores condiciones de afrontar las situaciones de cambio, los más tímidos o introvertidos pueden mostrarse tristes o tener alguna regresión. En muchas ocasiones, piensan que el cambio afectará la relación entre sus papás o hermanos y será necesario que los padres estén muy presentes para darles seguridad y acompañarlos para que tengan la certeza de que nada va a cambiar entre ellos y que estarán allí si es que llegan a tener dificultades para adaptarse a los nuevos amigos o a la escuela", se explaya la docente de la Universidad Austral.
Los adolescentes son los que, según los especialistas, pueden tener mayores dificultades y sufrir más, sobre todo ante la posible pérdida del grupo de pertenencia (en caso de mudanzas, cambios de colegio o migraciones), un factor primordial para esta etapa de la vida. "El grupo de amigos es un importante medio de socialización, de afirmación de la identidad y experimentación de roles. Su falta los torna vulnerables por el temor a no encontrar otro círculo en el cual insertarse", explica Alais. Por lo que es natural que se enojen y confronten con sus padres, ya que precisan decir lo que piensan. Aquí no queda más que escucharlos, con mucha paciencia, sin dejar, por supuesto, que se excedan los límites del respeto. "Es a partir de la confrontación que el hijo adolescente podrá ver con claridad y comprender las razones que los llevan a mudarse o cambiar de colegio", suma la docente.
Hay que acompañar a los hijos en los procesos de cambio.
Ida y vuelta
El diálogo es fundamental. Y el diálogo implica un intercambio. Es decir, nada de dar un discurso, dar por concluida la charla e irse. Es necesario escuchar aquello que los hijos tienen para decir respecto de las decisiones tomadas por los adultos. "Una forma autoritaria e impositiva de comunicar las cosas sólo provocará resquemor y alejamiento en los chicos", dice Alais. "Los niños necesitan participar, ser consultados, ser informados y escuchados con respecto a las decisiones que se tomarán, principalmente porque las consecuencias los afectarán directamente. No es darles la responsabilidad de decidir a ellos sobre estas cuestiones, porque no están capacitados para tomar decisiones de esa índole, pero tampoco avisarles cuando el hecho está consumado", añade.
Además, hacerse el que "aquí no ha pasado nada" no es lo mejor, porque aunque tratemos de ocultar las cosas hasta último momento, los chicos pueden percibir que algo está sucediendo. "Nuestros hijos nos leen el espacio mental, porque son sus dueños y captan con mucha rapidez cuando algo más concentra nuestra atención o preocupación. Esto da lugar a que ellos muchas veces generen alguna pregunta que nos da el puntapié inicial perfecto", explica Altamirano. Por lo tanto, si esto sucede de manera natural, no hay que dejar pasar la oportunidad. Hay que aprovechar la espontaneidad y así, donde surja, incluso en el medio de un juego, hablar del tema, sin necesidad de crear un clima de reunión familiar formal. "Los chicos no comprenden del todo la formalidad y pueden asociarla a algo malo o problemático", advierte la psicopedagoga.
Así, si la idea es llegar a buen puerto, hay algunas cosas que debés evitar sí o sí. A saber: ignorarlos, imponerte de manera arbitraria, enojarte si no comprenden o no están de acuerdo con tus proyectos, avisarles cuando los hechos ya están consumados sin darles la oportunidad de que se expresen o burlarse de sus temores. ¡Ojo! Brindarles información excesiva, que escape al tema de interés y a sus posibilidades de comprensión, tampoco es aconsejable.
"Los cambios deben verse como algo positivo que ayuda al crecimiento y fortalecimiento de la familia. Un nuevo proyecto debe unirlos a pesar de las inseguridades y temores lógicos que todo cambio provoca, porque los incluye a todos. Lo que hace saludable a la vida familiar no viene de afuera, por el contrario viene de adentro, de sus integrantes, quienes con sus divergencias y disparidades la componen. Se puede ser feliz en cualquier lugar y será más fácil adaptarse a los cambios cuando los lazos son fuertes y los mantienen unidos", concluye Alais.
A reforzar vínculos, entonces, a abrir el diálogo y a tomar las decisiones necesarias sin olvidarnos de escuchar, atender y responder a las inquietudes y posibles angustias de los más pequeños.
Fuente: Maru Botana
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