jueves, 26 de enero de 2017

¿A qué edad hay que regalar el primer móvil a un niño?

¿A qué edad hay que regalar el primer móvil a un niño?

A partir de los 14-15 años.
Conozca las normas que deben seguir los chicos para utilizar estos dispositivos con sensatez

Los móviles son el regalo estrella de la Primera Comunión... Y de cumpleaños, Reyes... Pero a los niños y adolescentes ya no les basta con emitir y recibir llamadas y mensajes. Lo suyo son los smartphone, los teléfonos de última generación: con cámara de fotos y vídeo, juegos, aplicaciones, acceso a internet... Lo cierto es que llevan un ordenador en el bolsillo. Una herramienta que les permite muchas posibilidades de ocio y aprendizaje, pero también con serios peligros. Exige tanta responsabilidad que muchos padres se sienten desorientados preguntándose a qué edad están preparados los chicos para utilizarlos.

Los niños españoles tienen en sus manos estos dispositivos a edades muy tempranas. Y de forma generalizada. Tres de cada diez chicos de 10 años poseen un móvil. A los 12 años disponen de esta herramienta el 69% de los chavales. Y a los 14, el 83%. Son datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que evalúa el uso de nuevas tecnologías por parte de menores de 10 a 15 años. No recoge datos por debajo de esa edad. Pero los expertos advierten de que ya hay muchos niños de nueve años manejando estos dispositivos. «Incluso algunos con cinco años saben lo que es un iPhone», afirma Juanma Romero, fundador y director de Adicciones Digitales.

Presión social

Lo más frecuente es que cuando el niño cumple doce años los padres se rindan ante las nuevas tecnologías. «Los chicos no tienen todavía madurez suficiente, pero los padres les compran el móvil para tenerles localizados. Tampoco pueden aguantar la presión de los hijos y del entorno», dice Juama Romero.

En efecto, la presión social es tremenda. Incluso «Las propias compañías ponen en marcha toda su maquinaria de márketing para vender los smartphone cada vez a edades más tempranas. Algunas pretenden que sea a los ocho años», explica Óscar González, profesor de Primaria y director de Escuela de Padres con Talento.

Llegada al instituto

A los doce años, el paso de Primaria a Secundaria supone una revolución. «A esas edades se forman grupitos de amigos en el WhatsApp (el servicio más utilizado por los adolescentes). Si el chico no tiene móvil está fuera de ese canal de comunicación en el que se entera de muchas cosas y en el que pertenece a un grupo, algo fundamental a esas edades», señala el profesor González.

Pero eso entraña riesgos: estar siempre pendiente del móvil incluso por la noche, restando horas al descanso; no estudiar o incumplir con las actividades diarias; usar el móvil en clase con la consiguiente sanción... Lo peor: ser víctima de ciberbullying; colgar imágenes comprometidas en redes sociales; contactar con desconocidos...
Por esos y otros muchos motivos, ambos expertos creen que hay que retrasar el uso del móvil todo lo que se pueda. A partir de los 14-15 años es la edad adecuada para utilizarlo de forma más sensata y con mayor madurez. «Ya se han asentado en el instituto, poseen su grupo de amigos fijo, conocen y controlan su entorno... E incluso si es un buen chico el móvil puede ser un gesto de confianza de los padres», dice González.

Lo que deben hacer los padres para un uso responsable

- Debemos dejar bien claro a nuestros hijos lo que pueden o no hacer con el móvil.
- No permitir que se lo lleven a la cama por la noche. Aunque argumenten que esperan el último mensaje de un amigo o amiga. Eso les crea ansiedad y, a veces, el mensaje no se recibe. Por eso, dejan de dormir. El móvil tiene que estar apagado, porque ante cualquier urgencia están los padres.
- Los padres deben dar ejemplo. Y dejar de lado el móvil en casa, solo para cuestiones urgentes, no obsesionarse también con el WhastApp.
- Concienciárles que el móvil en clase tiene que estar apagado.
- Al principio, se puede dejar el móvil durante el fin de semana. Poco a poco y según sea o no responsable, se irá ampliando ese periodo.

Fuentewww.abc.es

lunes, 2 de enero de 2017

{Menos pantallas: los chicos vuelven a los juegos de sus padres}

El elástico y la soga son furor en las nuevas generaciones; el desafío de la botella, gracias a las redes, está entre los preferidos; los especialistas los recomiendan porque ayudan a la sociabilidad.

Terminaron las clases. Los chicos están aburridos y en muchos de los hogares porteños la queja de los padres ya no pasa por restringir las horas frente a la tablet. "Santi, pará un segundo con la botellita que abajo hay gente", le ruega su madre. Santiago tiene 7 años y desde hace algunos meses se sumó al pelotón de fanáticos del juego del momento: el botella challenge. Con un objetivo simple como tirar una botellita de plástico, hacerla girar en el aire y lograr que caiga parada, el desafío se convirtió en un fenómeno en los recreos escolares, en los clubes y ahora también en las colonias de verano. Todo comenzó con un video subido a las redes sociales, y en pocos días fue sensación.

Por sus características y su forma de practicarlo se lo podría catalogar dentro de aquellos juegos de antaño que los especialistas denominan tradicionales, como el elástico, el pata pata o la soga, que también ganaron protagonismo en una generación de chicos que prácticamente desestima el juego analógico.

En pleno auge del entretenimiento digital, ¿cuál es la clave de este tipo de juegos que logran fascinar tanto a los chicos? O, en contrapartida, ¿por qué el Pokémon Go pasó de ser la aplicación más descargada al ostracismo cibernético?

Según Silvia Bacher, docente y autora del libro Navegar entre culturas. Educación, comunicación y ciudadanía digital, los adultos no deberíamos asombrarnos tanto, porque el avance de la tecnología no derriba la necesidad que tienen los chicos de experimentar en otros campos. "Para ellos son distintas dimensiones que coexisten sin obstáculos. Pasan de la consola de juegos al desafío de la botellita con naturalidad, sin prejuicios. En realidad, todas las culturas se construyen sobre la base de las existentes. De hecho, este juego tan simple que tiene la frescura de lo interpersonal y donde se ponen algunas destrezas en acción se hizo popular por las redes sociales. Un desafío en construcción colectiva que usa la plataforma digital como recurso expansivo", señala la especialista.

La "nueva" Playstation

Agustín Ingala, de 12 años, es fanático del botella challenge. Lo juega en todos lados y con todos sus amigos, y con la práctica dice que mejoró su técnica. "Cuando le pregunté qué hacían con esa botellita todo el tiempo me dijo que era la nueva Playstation 5 -cuenta Susana Galante, su madre-. Lo puso a esa altura, y me encanta."

Carolina Sanllorenti, madre de Josefina, de 9 años, y vicedirectora de inglés de la Nueva Escuela Argentina (NEA), también recuerda que a lo largo del año resurgieron otros juegos con efectos similares. "A principios de año tuve que salir corriendo a comprar una soga. Después fue el pata pata [un aro unido a una soga y con una bola en el extremo que se coloca en un tobillo y con el otro pie se trata de esquivarla]. Con el elástico hubo un boom que sigue, y me parece muy bueno que puedan salir de las pantallas. Se encienden otras ideas. Y el efecto es contagioso", señala.

A través de este tipo de juegos, coinciden los expertos, los chicos desarrollan distintas habilidades. "El cuerpo ocupa un lugar central y deja de estar adormecido como cuando un chico se sienta frente a una pantalla. Pero me parece importante que los adultos nos distanciemos de ese discurso de polaridad. No son dos mundos que están en puja, porque los chicos viven sus actividades como un continuo, y pasan de una cosa a otra con total naturalidad", opina la psicopedagoga Gabriela Valiño, docente del Departamento de Educación de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Mientras los padres festejan que sus hijos abandonen la tablet o la consola por algo tan simple como tirar una botellita por el aire, en muchos colegios porteños, y ahora también en algunas colonias de verano, el juego fue prohibido. Según los argumentos que dieron algunos coordinadores y directivos, la razón está en el cuidado de los chicos. Botellas que se rompen o que vuelan demasiado alto y pueden lastimar a otro. Sin embargo, María Regina Öfel , psicopedagoga y directora del Instituto de Investigación y Formación en Juego, no está de acuerdo con esta medida y considera que en lugar de prohibir el juego se podría regular. "No creo que sea una buena medida quitarlo de plano. Hay que buscar el modo de negociar, habilitar opciones para que se organicen y puedan seguir disfrutando y compartiendo en grupo."

El respaldo de los adultos

Valeria Manzuoli, madre de Ciro, de 11 años

"Prefiero que me moleste con la botellita y no que esté toda la tarde con la tablet. Creo que en este tipo de juegos ponen el cuerpo en acción y son más creativos"

Silvia Bacher, docente

"Hay una necesidad de experimentar de distintas maneras; los chicos no tienen el prejuicio entre un juego y otro. Hay que reconocer la capacidad de navegar entre culturas"

Natalia Baldoma, madre de Valentina,de 11 años

"Cuando la veo con la botellita o saltando al elástico me recuerda a mi niñez. Entre tanta tormenta tecnológica me parece genial que puedan divertirse con cosas sencillas, básicas y económicas"